domingo, 25 de julio de 2010

La casa


Observé lo que frente a mi se mostraba. La habitación había rebozado vida en su día. Ahí, justo ahí, junto al sillón, ahí me había caído y me había echo mi primer esguince - reí -. Al otro lado, pasando la puerta de la cocina... recuerdo aquel verano como si fuese ayer, habíamos llegado a casa y estaba todo encharcado, el congelador se había roto, las risas habían sido muchas, los gritos... Seguí el estrecho pasillo y llegué a lo que había sido mi habitación, mi rincón, mi refugio. Me recordaba a mi misma sentada sobre la cama, cantando y riendo con aquella amiga del pasado. Las volteretas que dabamos sobre mi alfombra, como jugabamos al tejos sobre ella, como grababamos nuestras propios programas con una cámara ya olvidada en una estantería y unos cepillos del pelo como micrófonos. Como nuestra imaginación volaba cada vez que traspasabamos aquel umbral y nos adentrabamos en el territorio de los peluches y el color.



Y de todo aquello... ya no quedaba nada. Se me antojaba desolador. Vacío. Destrozado. Todo lo que en su día había traído tanta dicha... y también tristeza. Donde comenzaban mis recuerdos. Donde había ocurrido todo, todo lo que podría haber pasado. Ya no había nada de la casa donde había crecido, después de tantos años, nada.

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