-Acercate- le dijo- venga, acercate, no te voy a morder.
Ella dudaba, pero se acercó. Contemplaba el semblate tranquilo de él, esos ojos azules que la volvían loca. Ese pelo azabache y rizado, despeinado, rebelde, indomable... Esa sonrisa que era como la de un niño, te lo decía todo. Esos brazos que tan bien sabían como abrazarla y consolarla.
Sin darse cuenta ase había acercado demasiado, mucho, muchísimo. Él la miraba, y si, sonreía. Una sonrisa que le decía... Te quiero. Pero ella, pobre idiota, no se daba cuenta. Creía que solo ella le quería... que boba.
-Haber, bobita, dime por que te tienen tan concentrada mis labios- le susurró a ella.
Dió un respingo y se encontró a pocos centímetros de su cara, tocándole los labios.
No dijo nada, absolutamente nada, un absoluto silencio, solo alzó la vista. Le vió a él, tan cerca que podía sentir su respiración, respirar con él... escuchar su corazón, acelerado.
Un simple gesto. Solo hizo eso. Le acarició la barbilla y junto sus labios con los de ella.
Viví una escena parecida con el que hoy es mi pareja. Sólo de recordar nuestro comienzo brota en mí la sonrisa bobalicona.
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